18-6-23
Creo que uno de los mayores estímulos para mi inspiración, es el hecho de
haber vivido toda mi vida en barrios populares, donde ocurren las cosas más
insólitas que cualquiera pudiera imaginar.
Tengo la tendencia natural a ser muy sociable, los niños me tutean, y
cualquier adulto se siente en confianza de contarme sus cosas, intimas en
ocasiones, lo que hace que, sin que esta sea mi intención, me entere de todo.
Soltando la teoría, les cuento que tengo una vecina, la cual, cuando las
niñas no tienen que ir a la escuela, y ella tiene que ir a trabajar, me las
encomienda para que se las vigile. A esto se le suma el hecho de que, en esa
vivienda, siempre hay algún otro u otros niños o niñas, de visita.
Ayer sucedió algo, algo muy cómico, pero peligroso a la vez. La madre de
las niñas se fue a trabajar y cerró con llave la puerta de hierro que está a la
entrada del callejón.
En la pequeña vivienda, estaban en total unas cuatro niñas, la mayor es
una adolescente, quien estaba al mando de la situación. De repente, todas
empezaron a gritar, corriendo despavoridas.
Inmediatamente, dejé lo que estaba haciendo, y, por la ventana, ¿les
pregunté qué sucedía? La más grande, casi muerta del susto, me dijo que, a la
más chiquita, se le pegó un cartón adhesivo que tenía tres ratoncitos muertos,
adheridos.
El pánico no la dejaba reaccionar, la víctima estaba histérica, y las dos
restantes, estaban dispuestas a volarse por encima del portón.
No sé cómo pude controlar la situación, le dije a la mayor que me trajera
a la niña cargada, para intentar,a través de la ventana, resolver la situación.
Me la trajeron, toda temblorosa, para mi buena suerte, los pequeños
prisioneros estaban muertos, agarré el adhesivo por un lado que no tenía pegamento,
como toda una heroína, la desprendí, y la doblé, de forma tal, que los difuntos
quedaron prisioneros dentro del cartón, se lo entregué a la mayor, dándole instrucciones
de meterlo en una funda y echarlo a la basura.
Finalmente, todo fue risa, le contaban la situación a todo el que llegaba,
me convertí en una versión negra de la “Mujer Maravilla”.
Toda la magia se vino al piso, cuando mi marido me preguntó, ¿si en lugar
de los ratoncitos, hubiese sido una culebrita…? ¡No tengo respuesta!