Cuando realizaba mi maestría, tuve una excelente profesora llamada Rosa
Paliza, siempre nos sorprendía, debido a que uno de sus encantos era hacer que
cada clase fuera una experiencia diferente, sin repeticiones.
Igual podía jugar saliéndose del tema a tratar, envolviéndonos en un
mundo mágico, como sucedió una noche que se apareció con un libro de cuentos
infantiles y con algunos de ellos, nos enseñó a utilizar las moralejas como terapia, fue una experiencia
inolvidable.
Una noche sucedió lo siguiente: Uno de nuestros compañeros tenía una
gran musculatura y ella lo invitó a competir ´´echando pulsos´´, entendiendo que el que tuviera más
fortaleza iba a derrotar al otro.
Ese desafío de ella provocó la risa de todos nosotros y el joven en
cuestión la miró con burla, todos dimos por hecho la derrota de ella.
Todos estábamos convencidos de que el joven sería el ganador, pero cuando
ambos midieron fuerzas, apenas trascurrido unos segundos, ella le tumbó el pulso sin hacer el
mínimo esfuerzo.
El se quedó en shock y nosotros,
incrédulos empezamos a cuestionarla, su sabia respuesta fue la siguiente: En el
enfrentamiento, él llegó con toda su fuerza, totalmente convencido de que tenía
el triunfo, yo en cambio fui relajada y él se dejó arrastrar por mi aparente
debilidad y también cedió la fuerza con la que entró, momento que aproveché
para lograr mi objetivo.
Esto se puede aplicar en muchas situaciones de conflicto entre los
humanos, a veces alguien viene irritable, grosero y con ganas de pelear y
frente a la docilidad con la cual es recibido, depone totalmente su actitud y
cede a lo que queremos.
Por eso nuestros viejos decían: ´´La oveja mansa se mama su teta y la
ajena´´