Siempre hay
espacio y motivos para dar gracias a Dios: Por un nuevo amanecer, por el sol,
la lluvia, pero sobre todo por sentirnos vivos.
Hace unos días, bien
temprano de la mañana, me levanté con la intención de realizar mi caminata acostumbrada, pero al ver el chorro de agua
que llegaba, desistí, me puse en actitud, de realizar mis quehaceres y
aprovechar para rellenar mis tinacos.
Todo el que me
conoce sabe que durante diez años, estuve luchando arduamente hasta lograr que
el preciado líquido llegara a mi casa. Fui recompensada, y de qué manera.
Una muestra de
ello, es que mientras llenaba algunos envases de reserva, en tres ocasiones la
presión de la manguera hizo que esta se saliera, y se me llenara el patio de
agua.
Esto me llevó a
reflexión y a dar gracias a Dios, y hablando sola, dije: Gracias papá Dios, por
permitir ser recompensada con tanta abundancia de agua, y no entiendo como vino
a mi mente, agradecer también porque siendo una negrita que viene del subterráneo,
he salido ilesa de algunas situaciones que se han presentado con
personas de niveles jerárquicos
sumamente elevados, a donde solo he podido penetrar gracias a los estudios
realizados, y salir triunfante gracias a
papá Dios.