Tratando como siempre de cuidarme, y
no dándole la razón al diablo, ya que este invita en situaciones difíciles a
que perdamos la fe, estoy siendo asistida por una nutricionista, con la idea de balancear mejor lo que como, claro
que sin ponerme histérica como la mayoría de las personas que llevan dieta, y que
nos aburren sobremanera hablando del tema.
Dentro de sus recomendaciones está
usar azúcar de dieta, en especial una que se llama Estevia, cuyo sabor a mi
juicio, aunque pienso seguir usándola, engaña al paladar, pues cuando la usas, el primer sorbo, sabe dulce, pero en
los demás se siente un ligero amago.
No hay sabor que se compare con una
taza de café caliente, endulzada a la manera que nos enseñaron nuestros viejos,
que nos obligue a sentarnos, ya que por tradición, esto evita que se nos barajen
nuestros planes.
Como
es imposible ese disfrute, decidí, simplemente dejar de beberlo, ya que
pienso que si las cosas que consumimos,
no le proporcionan bienestar y placer a nuestro cuerpo, no tienen razón de ser.
Aunque no viene al caso, el tema me
recordó a alguien que conozco y que priva en muy fina, que dice que le gusta el
vino seco, pero cada vez que se da un trago, pliega la cara…No entiendo, me
quedo con mi vino dulce, el cual es bien recibido por mi organismo
Como realmente no me ha hecho daño,
si en alguna ocasión voy de visita a una
casa de alguien querido, y me ofrece una tacita, como realmente debe beberse un
café, con gusto lo acepto, pero en mi diario vivir, adiós café.