En cierto
modo, yo podría afirmar que probablemente en algún rincón de mi subconsciente,
se me ha quedado grabada la incapacidad
que siempre he tenido para pelar un simple plátano.
Ayer
observaba con la destreza que un vecino mío, de una forma tan profesional,
ejecutaba esa labor para la cual soy
incapaz.
Algo
acomplejada le hice el comentario a mi marido, y a renglón seguidas, él me
respondió: pero él no sabe manejar una computadora… Recuerda lo que te dijo tu
difunta madre, doña Chela.
Con esta
expresión trajo a mi presente una conversación del pasado, en la cual yo le
dije a mi madre que parecería que yo nunca iba a aprender a pelar un plátano, y
su respuesta fue: ¿Para qué quieres aprender eso? ¿Tú vas a ser una
pelaplátanos?
Con ese
comentario ella cerró ese capítulo, casi nunca me ponía a realizar ese trabajo,
y cuando por necesidad yo tenía que hacerlo, nunca criticó el desastre que yo
hacía.
Como seres
humanos, somos imperfectos, difícilmente podemos hacerlo todo bien, pero Dios
nos ha dotado de tantas capacidades, que solo nos resta dar gracias por todas
aquellas cosas que sí podemos hacer.