Aprender a delegar es imprescindible para alcanzar el éxito. Los seres
humanos no somos pulpos, ni podemos pretender realizar todas las labores de las
personas que están bajo nuestra supervisión. Esto se aplica tanto en lo
laboral, como en el hogar.
Tomemos como ejemplo el caso de
un director de orquesta, para que se logre un sonido perfecto, todos y cada
uno de los músicos deben hacer su trabajo,
él no puede tocar todos los instrumentos a la vez, dirige, supervisa y corrige.
Ningún músico solo, es capaz al mismo
tiempo de ejecutar todos los instrumentos, tendría que ser un hombre orquesta.
No delegar es una característica
de las personas perfeccionistas y desconfiadas, que generalmente, quieren
el mérito para ellas solas, ahora bien, delegar supone
tener cierto grado de flexibilidad cuando el supervisado comete un
error.
Supone adiestrar, y en ocasiones no hay la suficiente paciencia, y puede existir un sentimiento de miedo oculto a
ser desplazado.
Cuando no practicamos este arte, somos víctimas del agotamiento, de la
acumulación de tareas excesivas por
realizar, lo cual puede contribuir a que se nos desestabilice lo más importante
en el ser humano: La salud.