Cuando era
chiquita siempre oía a mi madre decir que nadie era perfecto y que nadie era
igual a nadie, cuando una persona comparaba a alguien con otra, ella le decía
que se fijara como son los dedos tanto de las manos como de los pies: todos son
diferentes.
Ya adulta,
mientras estudiaba Psicología se hablaba mucho de las diferencias individuales,
afirmaban que cada ser humano es único e irrepetible, recomendaban
aplicar este concepto a los hijos, debemos tener como regla nunca compararlos
entre sí.
Partiendo de
este criterio disfruto sobremanera al observar el comportamiento de mis dos
nietos…
Siendo
criados en el mismo hogar y con los mismos lineamientos, Iván José-el
mayor-es sumamente educado e incapaz de pronunciar una sola palabra
obscena.
Como casi la
mayoría de los dominicanos, en determinadas ocasiones disfruto decir algunas,
Dios me libre de que me “machuque” un dedo o que me asuste pues la
mala palabra sale automáticamente.
Por esta
razón he sido objeto de varias críticas de parte de él, afirmando que soy
una persona “malapalabrosa” y que a Dios no le gusta eso y que producto de mi
comportamiento a veces hasta le duelen los tímpanos.
En cambio,
Enmanuel, aun siendo el más chiquito podríamos decir que es un poquito “plebe”
como decimos en este país, mientras Iván José dice “glúteos” para
referirse a esa parte de nuestro cuerpo a la cual le decimos “nalgas”, Enmanuel
la llama precisamente por su nombre vulgar y por más que hacemos
esfuerzos para corregirlo, lo repite subiendo cada vez más el tono de su
vocecita…¿ENTENDIERON EL MENSAJE?
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