Desde niña siempre fui como decimos
los dominicanos, una chica asquillosa, significando esto que muchas cosas me
daban asco, y si sentía eso por una
persona, no quería que le pusiera las manos a ninguna de las cosas que eran de
mi propiedad.
Vivíamos al lado de una mujer apodada
Talala, la cual según analizo ahora, era una excelente persona, pero tan
descuidada en su aseo personal, que yo no quería verla de cerca.
En cambio a ella yo le encantaba, y
disfrutaba haciendo cosas que me pusieran rabiosa, y lo más grande del caso, era
que como su juicio no estaba muy bueno, no hacía caso y seguía molestándome.
Un día cogió una cucharada de la
comida que yo estaba ingiriendo, y de manera inmediata, dejé todo el contenido
del plato, provocando esto que mi madre le prohibiera terminantemente que
volviera a hacer esto, debido a que yo era muy difícil para comer.
Suspendió la práctica, pero un día
mientras yo jugaba con una muñequita que era mi preferida, me la quito de la
mano y la escondió en sus senos.
Me puse histérica, mi madre también, yo
era su única hija, ya se imaginaran. Luego de echarla de la casa, mi madre
intentó todo: Lavó la muñeca con jabón de cuaba, clorox, la metió en agua
caliente, pero jamás le puse mis manos, ni ella volvió a pisar la puerta del humilde
cuartito donde vivíamos…Pobrecita, doña Chela no le dio golpes de casualidad.
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