Durante varios años he trabajado en el sector público, luego de haber sido
empleada privada por más 20 años.
Tengo
toda la experiencia del mundo para afirmar, sin temor a equivocarme, que hay
mucha diferencia entre estos dos conceptos.
En
los últimos años he tenido la oportunidad de estar al frente de una oficina,
manejando un personal responsable y consciente de que nuestra misión es cumplir
con nuestro deber, con toda la seriedad, respeto y gentileza que se merecen los
ciudadanos.
He
vivido situaciones que me han marcado, pues he observado algunos
comportamientos que me han dado luz para establecer diferencias. Algunas de las detalladas a
continuación son características de un empleado público:
-Si
entró por una coyuntura política, eso pudiera hacerlo merecedor de no trabajar.
-No
siente ningún tipo de agradecimiento por la institución a que pertenece.
-Le
ruega a Dios, desde que le duele un dedo, conseguir una licencia médica.
-Es
negligente en el desempeño de sus funciones.
-Es
incapaz de tomar un teléfono que suene, si es de un compañero que no está.
-Acabando
de llegar, sueña con que llegue la hora de salida.
-Repite
mucho la frase “El estado no agradece ni guarda rencor”.
-Se
incomoda cuando tiene que asistir a capacitaciones. Generalmente, odia aprender
nuevas cosas que lo saquen de su zona de confort.
-Se
cree dueño y señor del puesto que ocupa, jura a Dios que es una herencia.
-En
ocasiones, cuando debe asistir a alguien por teléfono, dice que le va a
devolver, cosa que jamás ocurre.
-Le
encanta salir a comer en establecimientos cercanos a la institución, y
aprovecha para matar el tiempo.
-Le
encantaría cobrar estando de vacaciones o de licencia médica, siempre.
La
conclusión del tema es muy sencilla, si
te das por aludido y te molestas, eres un empleado público, si estas
prácticas nunca han formado parte de tu modo de trabajo, eres un servidor
público…Felicidades.
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