No es mi costumbre vivir en el pasado, siempre añorando y diciendo que
antes era mejor, pero luego reflexiono y me
contradigo cuando tengo que referirme a los niños de hoy.
En mis tiempos, como era normal que los recursos económicos brillaban por su ausencia, teníamos que ser magos
de la creatividad. Nos inventábamos tantos tipos de juegos, que nunca nos aburríamos,
era como si tuviéramos un catálogo disponible para acudir siempre a la reserva,
sin permitir que el hastío nos ahogara.
Ahora, los padres, quizás por razones de tiempo algunas veces, y por
comodidad otras, están narcotizando a los niños, el celular ha sustituido al
famoso chupete, al que popularmente llamábamos ``bobo``.
Cuando el niño lloraba le introducían en la boca el famoso bobo, ahora, tan
pronto esto ocurre le dan el celular, el cual viene surtiendo el mismo efecto,
pero de manera subliminal.
Ojalá que pudiéramos enséñales a nuestros niños que buscar estrategias
sanas para desaburrirse constituye una herramienta para ser feliz.
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