Las personas que me conocen siempre me oyen decir que el Diablo es
sucio, que no duerme, y a esto le agrego lo que me dijo una vieja amiga: “El Diablo
no duerme, porque no tiene pestañas”.
El comentario viene a colación debido a que siempre ha captado mi
atención una excelente cantante británica llamada Adele, quien, además, es
compositora y multiinstrumenlista, habiendo sido su trabajo merecedor de
grandes reconocimientos.
Es muy joven, y hasta hace poco mantenía un estilo que a mí me
fascinaba, pues, a pesar de su sobrepeso y su forma de vestir que la hacían
lucir mayor, se veía estupenda, única y auténtica. Imagino que sus seguidores
quedaban tan extasiados con su voz, que ni siquiera se fijaban en los otros
detalles.
Pero ella decidió revolucionar su imagen, según me enteré en un programa
de farándula, perdió ciento veinte libras, y cuando mostraron la foto de su nueva imagen, casi me desmayo del asombro.
Prefiero conservar en mi mente esa inmensa figura, tan fuerte como su
voz. Si ahora tuviera la oportunidad de ir a verla en un concierto,
honestamente, la desecharía… ¡Qué desencanto!!!
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