El título me trae a la memoria una película viejísima, pero a pesar de gustarme mucho el cine, esta vez,
ese no es el tema.
Hablaré de cosas que me han pasado cuya responsabilidad se las achaco a esta pandemia, que en su vuelta
por el mundo, ha originado cambios muy drásticos en algunas personas, por las
cuales he sentido admiración. Siento que tengo la necesidad de auto revisarme.
Parecería que la situación por la cual estamos atravesando ha provocado
que algunas figuras conocidas hagan una especie de destape que, en cierta forma,
ha afectado su cordura.
Es posible que esto justifique que un excelente comunicador cambie la
logística de su programa, y cual si fuera un fanático cualquiera, se pase todo
el programa promocionando a la figura política de su preferencia.
También se le podría echar la culpa al COVID19, de haber provocado
cambios tan dramáticos en algunos que con tanta vehemencia predicaban la
palabra de Dios, y al final del camino,
en vez de aprovechar la tecnología para mantener la fe en el público que hasta
ahora le ha seguido, sorprenden a sus seguidores con actitudes que logran que
la vergüenza impida que haya argumentos para defenderlos.
Es sano que los seres humanos mantengan la actitud de sorprenderse, pero
en ocasiones, es favorable que nada
humano lo logre, especialmente cuando se derrumban altares.
Los tiempos cambian… Los hombres también.
Autora: Epifania de la Cruz
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