El pasado
lunes en la mañana, se nos armó un corre corre con la salud de
nuestra viejita, la madre de mi marido. Todos estábamos muy preocupados, pero
mientras esperábamos en el área de emergencia, sucedió lo siguiente:
Un muchacho,
muy jovencito, estaba escuchando una canción en su celular, y al mismo tiempo, la
cantaba como si estuviera en el patio de su casa, en el baño, o en un karaoke.
Quedaba justo
al lado de una cuñada mía, ella lo miraba incrédula. Llegó un momento en que sentí
que si no hacía algo me iba a dar un soponcio, y lo enfrenté de la siguiente
manera:
-Mi niño… ¿Tú
no tienes un audífono?
-El, me mira
y se sonríe, pero no baja el volumen.
-Oye, la
canción que estás oyendo es pre-cio-sa (Asimismo pronuncié
esa palabra como si la separara en sílabas, y mucha mentira mía, porque
yo no la conocía), pero está muy alta…Te van
a llamar a la atención.
-El me miró, se
volvió a reír, y siguió igualito.
Solté la
situación, pero luego vi algo peor, lo llamaron para asistir a alguien, y buscó
una silla de ruedas…Resulta que el niño bulloso es empleado de la institución.
Lo miraba de reojo y vine con las ganas de darle la segunda parte del boche,
pero no andaba sola (cosa que lamenté), y como decía mi madre, hay que coger y
dejar.
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