Todos los seres humanos tenemos algún tipo de creencia, diferentes
formas de visualizar a Dios, hasta los ateos tienen su fe cifrada en la
incredulidad.
Percibo que todos los seres humanos tenemos jefes, y que existe alguien
superior a todos que dirige nuestros destinos.
Bajo ese razonamiento, concibo a veces, que ese ser supremo nos maneja a
su tiempo y a su antojo; y pudiera ser, que si nuestra fe estuviera bien
afianzada, hiciéramos como las marionetas, simplemente nos dejáramos llevar.
Somos tan débiles, que cuando resbalamos, aún cuando
sabemos que el suelo es nuestro destino, empezamos a luchar contra la gravedad,
y muchas veces, eso nos afecta más que
el golpe recibido al caer.
Sería bueno que, cuando empezáramos a ver que nuestros planes no giran
en el rumbo planificado, analizáramos sí realmente creemos, y adoptáramos la
languidez y entrega de las marionetas,
siempre relajadas y a la espera de recibir los movimientos de quien las dirige.
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