Como mi marido y yo
pensábamos reanudar nuestra habitual caminata matutina, cosa que realmente no
ocurrió pues aún tenemos la haraganería navideña, desperté casi de madrugada y
me puse a reflexionar sobre los reyes magos y la época en la que me crié. Extrañé
los pitos y el bullicio que caracterizaba ese día.
Era una emoción increíble, ya que la creencia era que
los tres reyes magos venían en grandes camellos y nosotros, los chiquitos
teníamos que poner agua y yerba, ya que supuestamente los camellos venían cansados,
con hambre y con sed.
Recuerdo que
llegué a estar bastante grande y me acostaba tempranito, como toda una “manganzona”
a esperar que los reyes amarraran sus camellos en el callejón del cuartito donde vivíamos,
donde apenas cabía una persona.
Comparando
esto con el avance tecnológico que tienen los niños hoy en día, claro que desde antes de nacer, son
bombardeados por una serie de estímulos que jamás estuvieron presentes es esa
época, me pregunto a cuántos niños de
ahora se les vende esa insólita historia?
No debemos
culpar a nuestros padres por lo vivido, ahora pienso que nos mentían y que
nosotros guiados por la fantasía, si nos comparamos con los niños de hoy, nos
comportábamos como marionetas, teniendo muchas veces la edad suficiente para
entender que muchas cosas no eran posibles.
La mentira era
una especie de mecanismo de defensa que ayudaba a nuestros padres a culpar a tres personajes inexistentes cuando
no tenían dinero para comprarnos juguetes, situación que muchas veces yo no
entendía y donde nadie podía verme, empezaba a maldecir a esos tres personajes
injustos que me dejaban una estúpida muñequita, un jueguito de jack, o un ping
pong, mientras que a la vecinita de al lado que se portaba malísimo y la clase
no le entraba ni a golpes, le dejaban una muñeca que hablaba que me hacía morir
de la envidia ,ahora que los niños saben que los reyes magos son sus padres, estos pueden
hacerles entender cual juguete está a su alcance… ME QUEDO CON EL TIEMPO DE HOY.
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