sábado, 9 de mayo de 2009

LA MUÑECA AHOGADA






















Frecuentemente, cuando retrocedo en el tiempo, traigo a mi mente lo inocente que éramos en aquellos tiempos, pues todo lo creíamos, por inusual que fuera.

Cuando chiquita siempre soné con una muñeca gigante que caminara, ese pensamiento se convirtió en una obsesión .la imaginaba de color negro, con el pelo riso y unos ojos grandes, como dos luceros.

Analizadas todas las posibilidades, llegué a la conclusión, de que sólo podía tenerla en mi imaginación, porque los recursos de mi madre no alcanzaban ni para comprar un muñequita de las que llamaban muñequitas de 15¨, las cuales las decoraban para bizcochos y fiestas de 15 años, esas si podían estar al alcance de las niñas pobres como yo.

No me derroté y empecé a romperme la cabeza pensando cómo podría conseguirla….!EUREKA!.......se prende el bombillito y se la pido a un primo de mi mama, que en esos momentos era un próspero comerciante. El era de ese tipo de persona que decía que si a todo, obviamente prometió regalármela.

No podía creer tanta belleza, estaba eufórica, bailaba sola, se lo dije a todo el mundo, la única que se mostraba incrédula era mi madre, pues ella decía ser como santo Tomas: ver para creer.

A partir de ese momento, esperaba ansiosa la llegada de Victor, que así se llamaba. Ese día no pude comer, la ansiedad me estaba consumiendo, al llegar él me dijo, con mucho apuro que la muñeca se le quedó de aquel lado del puente, realmente le creí.

Después vino otras tantas y se convirtió en la misma historia que repetía cada vez que venia, duré mucho tiempo creyendo, pero finalmente, parece que, harto de mi insistencia, me dijo que la muñeca se le había caído en el río. No recuerdo realmente que edad yo tenía, pues con lo inteligente que siempre he sido, no entiendo ese papel de idiota que yo hacía. Me da la impresión de que yo me hacia la tonta, a ver si por cansancio él me la compraba.

Un día, agotada, rabiosa, frustrada, engañada, sintiéndome la mas bruta de todas las niñas, decidí que a partir de ese momento, jamás iba a preguntar por eso y le dije a Victor, que no me hablara de la muñeca esa nunca mas, pero debo confesar que aún pienso,que de tener una nieta, me aprovecharía de la circunstancia para comprarle la muñeca negra de mis sueños y que ella camine entre nosotras. Realmente los adultos no deben mentir nunca a los niños.

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