viernes, 20 de febrero de 2009

LOS PACIENTES DOMINICANOS EN UNA SALA DE ESPERA

Los dominicanos somos especiales y dondequiera que llegamos a todos le ponemos el sello que nos caracteriza como tales, si esperas una guagua, si te montas en un carro siempre encontrarás personas que sacarán a flote todas las intimidades de su vida, aún sin conocer a ninguna de las personas que están presentes en ese momento.

Aprovechando mis vacaciones, mi esposo y yo nos dirigimos hacia donde nuestro cardiólogo, tuvimos una serie de inconvenientes, pues a él se le quedó la llave dentro del carro. Cuando subimos al consultorio a tomar el turno, había una señora contando todas las incidencias de su divorcio después de muchos años de casada, hablaba durísimo y todo el mundo estaba integrado al show.

Cuando entré, me propuse no participar en la charla porque entiendo que no es el lugar apropiado, procedí a ponerme mis lentes e intentar leer una tarea pendiente de una maestría que recién inicié.

Mi distanciamiento fue muy breve porque como la secretaria me conoce cuando me vió me preguntó cómo estaba y antes de contestar la señora dijo: ¡OH, muy bien, a ella se le ve que está muy bien!, para no lucir odiosa, algo que es muy difícil en mi, ya que tengo la tendencia natural a caer bien, me sonreí con ella, a renglón seguida ella dijo: !Qué collar que le queda lindo, yo tengo muchos en mi casa y no los uso, a mi no me gustan, pero a usted le queda divino!,pensé: ¡Que vaina! y traté de asumir la posición inicial.

Mi esposo bajó a llamar a un cerrajero para resolver lo de las llaves, al quedarme sola, la secretaria me llama para que entre a hacerme el electrocardiograma para ir ganando tiempo en lo que el doctor llegaba y cuando ya estoy dentro del consultorio se me tuerce el pie izquierdo y se me rompen mis preciosas zapatillas que con tanto glamour lucía.

Ahí empezó el espectáculo digno de una revista de Broadway: la secretaria quería morirse de la pena por lo que me pasó. Cuando retorné a la sala de espera con el calzado en las manos, ese fue mi momento de gloria, si un cineasta llega en ese instante les juro que filma una película en la que salgo nominada.

La señora que les conté me quito las zapatillas y procedió a hacerle una auditoria, mi esposo estaba muy preocupado, hubo sugerencias de que la cosiera, que le pegara grapas, que bajara a la tiendecita y comprara otra, y, obviamente yo no tenía ni un peso, pero todo el mundo creía que sí.

Había una señora nueva en la escena, la cual se mantenía tejiendo, de pronto me miró y me dijo: Una amiga mía en estos casos agarra cinta adhesiva y sujeta la parte despegada pasando la misma alrededor de la zapadilla, como si la envolviera.

Entré nueva vez al consultorio, le pedí a la secretaria la cinta adhesiva del medico y procedí con lo sugerido por la señora. El resultado increíble y pude llegar al estacionamiento sin problemas.

Siempre afirmo que el día en que se aprende algo nuevo es un día de ganancia y así fue. Con mucho agradecimiento le dí las gracias a la señora, todo salió bien, pero analizando mi actitud inicial de querer mantenerme al margen, a veces hay que dejarse llevar de la corriente, disfrutar ese momento que a final de cuentas sólo logra que la espera se te haga menos tediosa y hasta pudiera ser una oportunidad de conocer nuevas personas, por cierto la señora que me dió la idea genial y otra que estaba sentada al lado de ella, empezaron a hablar y casi resultaron ser familia. COSAS DE NOSOTROS, LOS DOMINICANOS SOMOS ASI.

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